Soy Cofrade

Preparando la maleta... en un viaje que no necesita alforjas.
Empiezo un año más a preparar la maleta, aunque faltan unos días, para vivir la Semana Santa sevillana, un año más.. no, pues cada año es distinto.
El año pasado llene mi maleta de esperanzas de un reencuentro ilusionado, y fue llegar a Santa Justa y venir a mi alma la emoción.

Este año la llenaré de estabilidad, la llenaré de convivencia común, ante la dicha de compartir sentimientos junto a mi otro yo.
Espero y deseo verlo todo, no comprendo que uno se vuelva selectivo con los años de vivencias cofrades, de toda cofradia se experimenta
una sensacion y emoción peculiar, única.

LLevaré la cámara de fotos, aunque al Señor de Sevilla nunca pueda hacerle foto alguna ante la lluvia de mis ojos,
experimentar de nuevo ante la capitana madre de la plaza de los carros los recuerdos compartidos, y echando de menos a quien pocas horas más tarde
me traera la alegria y la esperanza de unos ojos verdes que son como los farolillos del arco de mi madre Macarena.

Comingo viajaran mis padres en mi pensamiento, ellos que hace ya tantos años compartimos el gozo de ver morir a Cristo por las calles de Sevilla, con lo que yo daría porque ahora ellos gozaran conmigo, dado que las fuerzas y la edad no les acompañan.

Todo es rito, mas el rito se escapa ante el torrente incontrolado de sensaciones.
Todo es simbólico, mas el símbolo se pierde ante los dioses verdaderos hechos carne sufriente.
Todo es mito, mas el mito se hace real en el ambiente de una calle de Sevilla cualquier jornada cofrade. mas de manera especial el jueves santo, donde el sol
se cubre con celosias, que no son sino peinetas.

Deseando que los pasos de misterio me ayuden a comprender los misterios de la vida,
que el áspero tacto del ruan recien estrenado agreda mi mirada titubeante.
Contener mi respiración emocionada ante los palios, no sea que apague sin querer algun cirio de su candelería.
Visitar la intimidad conventual que por unas horas se hace abierta para mostrar al Dios sufriente eucarístico de los monumentos.

Muriendo al final del Viernes Santo al contemplar la inconmensurable belleza que supone el misterio de la Sagrada Mortaja,
en esa noche interior del alma que supone su recogida de calles apagadas, al igual que se apagando esa Semana en donde todo cofrade gozamos sin mesura.

Enamorado de ti, Sevilla,
en donde se hacen reales
mis sueños cofrades.

Enamorado de ti, nueva Jerusalem
en donde yo desearía
descansar algún día.

Caer en tus brazos
rendirme ante tus encantos
y lanzar al viento ese llanto

por medio de un canto
que en forma de saeta
se nos mete tan adentro.

Pues la vida
para un cofrade
son siete dias de primavera.